Sunday, July 14, 2013

Vidas "No Acabadas"

La iglesia cristiana es una comunidad formada por el Espíritu Santo donde se proclama la salvación y se perdonan los pecados. Los hombres y las mujeres son redefinidos por el bautismo en la compañía del Padre, del Hijo y de Espíritu Santo. Se forma una vida en Cristo. Se promulga una adoración de Dios que ha cobrado forma por medio de la Cena del Señor. Y se practica una vida santa en un mundo de sufrimiento, injusticia, guerra, desesperación, adicciones y pecados, tanto flagrantes como ocultos: un mundo en desacuerdo con Dios y sus semejantes. Parece algo maravilloso: todas estas personas saboreando una nueva vida, la Vida Real, “redimida, sanada, restaurada, perdonada” y dándose cuenta de que participan de las acciones santas de la Trinidad.

Pero al poco tiempo nos damos cuenta de que esta nueva vida no es una vida acabada, sino que es una vida en evolución. A muchos de nosotros nos cuesta mucho aprender. Estamos atrapados por una inmadurez egoísta y no deseamos crecer. Otros hemos caído en las viejas costumbres de desobediencia y buscamos atajos para adquirir santidad. Otros experimentamos diferentes maneras de mantenernos al mando de nuestra vida y de manipular a Dios para que haga por nosotros lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos. Algunos seguimos tratando de encontrar la manera de lidiar con Dios sin tener que prestar atención a nuestros semejantes. Cuando miramos cuidadosamente a cualquier congregación, vemos que la mayoría de los pecados espirituales, morales y emocionales, y los desórdenes sociales que cunden en la población en general continúan abriéndose camino.

Esto todos lo sabemos. Todos lo experimentamos. Ésta es la razón por la que la confesión colectiva del pecado es una práctica común cuando los cristianos se reúnen para adorar. El lenguaje es franco y no deja lugar para menearse “hemos errado, y nos hemos extraviado de tus caminos como ovejas perdidas… hemos dejado de hacer lo que debíamos haber hecho; y hemos hecho lo que no debíamos hacer… mas tú, oh Señor, compadécete de nosotros”.

En casi todas las congregaciones cristianas encontramos variantes de esta oración básica de confesión de pecado, o al menos hasta hace poco. Nos obliga a ser honestos. Impide que idealicemos o romanticemos o santifiquemos prematuramente a nuestros compañeros cristianos como santos de plástico. Evita que nos desilusionemos al descubrir que el hombre o la mujer al que le hemos “dado el beso de la paz” durante años son adúlteros o desfalcadores. Todo pecado se origina fuera de la congregación y, tarde o temprano, surgirá en medio de ella.
------------------------------------------
elblogdeeugenepeterson.blogspot.com
Tomado de "Así Hablaba Jesús"
©Editorial PatmosUsado con Permiso
Foto Cortesía de Thomas Hawk
Usado Con Permiso Bajo Licencia Creative Common

No comments:

Post a Comment