Primero: La iglesia debe recobrar su identidad como pueblo auténtico de Dios. Nos hemos aclimatado tanto a la cultura actual que virtualmente hemos perdido toda nuestra identidad comunitaria; es tan importante que recobremos nuestra distintiva identidad de gente de Dios y no de gente que practica una religión mezclada con la cultura del mundo actual.
Lo segundo que una iglesia debe recobrar sería- y ésta está conectada con la primera- que recobremos el sentido de lo que es el liderazgo. Hemos formado el liderazgo de nuestrsos ministerios con una cultura orientada al éxito y obsesionada por la imagen y el poder y la influencia. No encontramos ninguna de estas cualidades en las Escrituras o en las mejores partes de nuestra historia. Hemos dejado que la cultura defina lo que es ser un líder de una forma que es diametralmente opuesta a todo lo que ha sido revelado en Jesús y las Escrituras.
Lo tercero es- y esta está conectada con todas las demás y viceversa- que debemos prestar más atención a la forma en que hacemos las cosas que hacemos. Lo que hemos hecho, particularmente los últimos cincuenta o sesenta años, es que hemos mantenido las metas de el Evangelio, conversión, evangelismo y misión, pero hemos usado los medios de nuestra cultura. Jesús es el Camino pero también es la verdad, y hemos abandonado continuamente lo que Jesús hacía; hemos mantenido las metas y los fines, pero hemos elegido nuestros propios medios.
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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