Monday, December 16, 2013

¿Y Si Cambiamos de Dirección?

“Arrepentirse” es una palabra de acción: un cambio de dirección. Vamos en la dirección equivocada, pensando lo incorrecto, imaginando todo al revés. Lo primero que hacemos cuando comenzamos nuestra vida en la comunidad es dejar de hacer lo que estábamos haciendo. Fuera lo que fuera, probablemente era lo incorrecto, no importa cuánto nos esforzáramos, no importa cuán bien intencionado fuera. Prácticamente todo lo pertinente a la forma de vida que tenemos nos ha llevado a pensar que estamos a cargo de nuestra vida, que somos la medida de todas las cosas, que todo depende de nosotros. Estamos transitando un camino ancho, pavimentado con buenas intenciones, organizado expertamente con la más novedosa tecnología para llevarnos a donde alguien nos dijo que deseamos ir, y deseamos llegar allí con el menor inconveniente, de la manera más rápida y eficiente. Es un camino con mucho tráfico, ruidoso y contaminado, con muchos accidentes y muertes. Pero nos lleva a donde se nos ha dicho que deseamos ir, de modo que lo soportamos todo.

Y luego viene la palabra del bautismo: arrepiéntanse. Vuélvanse. Cambien su manera de pensar, su manera de imaginar. Dejen atrás el ruido, la contaminación, el desorden, la eficiencia que despersonaliza, el apuro aportado por la tecnología. Tan sólo digan un no rotundo, autoritario, innegociable. Estamos en suelo santo y necesitamos protegerlo de pisotones profanos.

La manera en que comenzamos la vida de resurrección no es agregando algo a nuestra vida sino renunciando a la vida frenética del yo, limpiando el caos cultural y religioso, volviéndole la espalda a lo que comúnmente resumimos como “el mundo, la carne y el diablo”.

Y luego seguir. Seguir a Jesús. Seguir a Jesús es el sí del bautismo que viene tras del no. Hemos renunciado a la iniciativa y asumido la obediencia. Hemos renunciado a las afirmaciones clamorosas para escuchar en silencio. Observamos cómo trabaja Jesús, escuchamos sus palabras, lo acompañamos cuando inicia nuevas relaciones y se dirige a lugares extraños y personas raras. El estar en su compañía, observando lo que hace y escuchando lo que dice desarrolla en nosotros una vida que le responde a Dios, una vida de respuesta a Dios, lo cual equivale a una vida de oración. Porque seguir a Jesús no es una marcha robótica, cerrada, en una sola hilera detrás de Jesús. El seguirlo se mete adentro de nosotros, lo interiorizamos, se introduce en nuestros músculos y nervios: se convierte en oración.
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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Foto Cortesía de Thomas Hawk
Usada con Permiso Bajo Licencia Creative Commons

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