Debemos vivir no según nuestros sentimientos por Dios sino por los hechos de Dios. Me niego a creer en mis depresiones; escojo creer en Dios. Si me fracturo la pierna, eso no me hace ser menos. Mi esposa y mis hijos no me repudian. De la misma manera, cuando se fractura mi fe o se lastiman mis sentimientos, Dios no me abandona ni me rechaza.
Mis sentimientos son importantes para muchas cosas. Son esenciales y valiosos. Me mantienen consciente de gran parte de lo que es real y verdadero. Pero no me dicen casi nada acerca de Dios y mi relación con él. Mi seguridad proviene de quién es Dios, no de cómo me siento. El discipulado es la decisión de vivir de acuerdo a lo que sé acer ca de Dios, no de acuerdo a cómo me siento con respecto a él, o a mí, o a mis semejantes. «Como rodean las colinas a Jerusalén, así rodea el Señor a su pueblo.» La imagen que anuncia la existencia fiable, inmutable, innegable y segura del pueblo de Dios proviene de la geología, y no de la psicología.
Cortesía de Editorial Patmos
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Fausto Liriano • www.veldugo01.comBajo Licencia Creative Commons
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