Friday, October 25, 2013

¿Adoración o Extasis?

Al altar de Baal en el monte Carmelo no le falta ni acción ni éxtasis. Los 450 sacerdotes despliegan todo un espectáculo. Pero el llamado al altar no obtiene ningún resultado.

El altar de Jehová está presidido por el solitario profeta Elías. Es algo tranquilo, un culto que se centra en el Dios del pacto. Elías prepara el altar y ora de manera breve y sencilla. En el culto a Jehová, algo se dice: son palabras que llaman a hombres y mujeres a servir, amar, obedecer, cantar, adorar, actuar con responsabilidad, decidir. El culto auténtico implica el estar presentes al Dios vivo que penetra toda la vida humana. La proclamación de la palabra de Dios y nuestra respuesta al Espíritu de Dios toca todo lo que está involucrado en el ser humano: la mente y el cuerpo, los pensamientos y sentimientos, el trabajo y la familia, los amigos y el gobierno, los edificios y las flores.

La participación de los sentidos no queda excluida. ¿Cómo podría ser dado que la persona entera tiene que estar presente a Dios? Cuando el pueblo de Dios adora, asume diferentes posturas: está de pie, se arrodilla y se postra en oración. Las danzas sagradas y las canciones antifonales expresan la solidaridad de la comunidad. La vestimenta y la liturgia desarrollan energías dramáticas. El silencio solemne sensibiliza a los oídos para que puedan escuchar. Sin embargo, por más rica y variada que sea la vida sensorial, siempre está definida y ordenada por la palabra de Dios. Nada se hace simplemente para el bien de la experiencia sensorial involucrada. Esto elimina toda manipulación propagandista y emocional.

Una frase que comúnmente se usa en la cultura de América del Norte y que es sintomática de las tendencias idólatras en la adoración es: “tengamos una experiencia de adoración”. Es la perversión de “adoremos a Dios”. Es la diferencia entre cultivar algo que tiene sentido para una persona y actuar en respuesta a lo que tiene sentido para Dios. En la “experiencia de adoración”, la persona ve algo que la entusiasma y comienza a rodearlo con envolturas espirituales. La persona experimenta algo en el ámbito de la dependencia, ansiedad, amor, pérdida o gozo y se establece una conexión con lo supremo. La adoración se convierte en un movimiento que parte de lo que yo veo o experimento o escucho y culmina en oración o celebración o discusión en un marco religioso. Los sentimientos individuales falsifican la palabra de Dios. El pueblo de Dios con formación bíblica no usa el término “adoración” como la descripción de una experiencia, como sería en el caso de “yo puedo tener una experiencia de adoración con Dios en el campo de golf ”. Lo que eso significa es: “Yo puedo tener sentimientos religiosos que me traen a la memoria cosas buenas, asombrosas y hermosas en casi cualquier lugar”. Lo cual es bastante cierto. Lo único malo de esta declaración es su ignorancia: el pensar que dicha experiencia constituye lo que la iglesia cristiana llama adoración.

El uso bíblico es muy diferente. Habla de adoración como una respuesta a la palabra de Dios en el contexto de la comunidad del pueblo de Dios. La adoración en las fuentes bíblicas y en la historia litúrgica no es algo que la persona experimenta, sino que es algo que hacemos, sin tener en cuenta cómo nos sentimos al respecto o si siquiera sentimos algo. La experiencia se desarrolla a partir de la adoración y no al revés. El día en el que recibió su llamado profético, Isaías vio, escuchó y sintió mientras que estaba adorando en el templo. Sin embargo, él no acudió allí para tener una “experiencia angelical”.

En el altar a Jehová sobre el monte Carmelo las cosas son muy diferentes. Elías ora brevemente. Cae el fuego. El llamado al altar hace que “todo el pueblo” se ponga de rodillas. Ellos toman su decisión: “¡El Señor es Dios, el Dios verdadero!” Y luego viene la lluvia.

Hacemos lo que tenemos ganas cuando tenemos ganas. Entretanto, proseguimos con nuestra vida común y corriente. Los sentimientos llevan la batuta: el pánico, el terror, el deseo, el entusiasmo. El culto a Baal ofrecía, en aquel entonces en Canaán y hoy día en América del Norte, una amplia gama de “experiencias de adoración”. La adoración a Jehová está definida y formada por la palabra clara y fidedigna de Dios. Nada depende de los sentimientos o el estado del tiempo. Todo está determinado  por las Escrituras y Jesús. Nadie hace lo que él o ella tienen ganas de hacer. Dios ha revelado quién es y exige obediencia. La adoración es el acto de prestar atención a esa revelación y obedecerla.
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Tomado de "El Camino de Jesús"
Gracias a ©Editorial Patmos • Usado con Permiso
Foto Cortesía de Thomas Hawk
Usado Con Permiso Bajo Licencia Creative Common


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